lunes, 21 de noviembre de 2011

METROPOL PARASOL


METROPOL PARASOL. EL PRECIO DEL EMBLEMA 

Si hay una ciudad en España que me apasiona, aparte de la mía, es Sevilla. Pero no la Sevilla más turística, que se mueve entre la Catedral, la Giralda, los Reales Alcázares, la Plaza de España y las tiendas de recuerdos del barrio de Santa Cruz. Me gusta la Sevilla auténtica, la que queda fuera del alcance de los grupos de visitantes. Me gusta el encanto de sus calles, perderme por los entresijos del barrio de San Julián, caminar por las callejas y plazuelas del barrio de San Lorenzo o disfrutar del entorno de la Plaza de la Alfalfa, entrar en contacto con sus habitantes y descubrir rincones llenos de una belleza tan natural y sencilla que en ocasiones puede incluso pasar desapercibida. 

 Sevilla tiene un casco histórico grande. Abarca desde la Macarena hasta Santa Cruz y desde el puente del Cachorro hasta los Jardines del Valle. Casi cuatro kilómetros cuadrados de superficie en forma mas o menos circular, atravesado por el eje Este-Oeste que forman las calles, una a continuación de la otra, Alfonso XII, Laraña, Imagen, Almirante Apocada y Escuelas Pías. En el centro de ese eje, y por extensión, en el centro de Sevilla, se encuentra la Plaza de la Encarnación, un gran espacio entre las iglesias de la Anunciación y San Pedro que nació al unirse dos pequeñas plazas debido a la desaparición de la manzana que las separaba, convento incluido.

Centro histórico de Sevilla
Durante muchos años hubo allí un mercado que alcanzó su esplendor en la primera mitad del siglo XX, hasta su desaparición en la década de los 70, momento en que la Plaza retomó su condición de solar sin uso.

Con la llegada del siglo XXI el Ayuntamiento de Sevilla quiso recuperar la Plaza de la Encarnación como centro y emblema moderno de la ciudad. El arquitecto alemán Jürgen Meyer ganó un concurso para construir allí un edificio que albergase un nuevo mercado, además de bares, restaurantes y un mirador elevado sobre la ciudad.

Pero volvamos a la Sevilla tradicional. Su encanto radica en que todo su centro histórico -o casi todo- tiene una uniformidad formal sin fisuras, gracias a la cual podemos comprender sin dificultad lo poco que ha cambiado con el paso de los siglos, pues tiene un aspecto cercano a las medinas árabes. No en vano, Al Andalus estuvo varios siglos bajo dominio islámico y dada la similitud del clima sevillano con el del norte de África la ciudad fue creciendo con ese estilo formal tan característico en las ciudades islámica que nace de la necesidad de protegerse del sol, a saber: calles estrechas, de líneas rectas que se van quebrando formando rincones que en ocasiones esconden alguna grata sorpresa, plazoletas pequeñas y siempre escondidas, pasajes bajo los edificios, etc. A esto hay que unir la existencia de numerosos edificios religiosos -ya sean iglesias o conventos- y pequeños palacios que permanecen inalterados y que casi nunca tienen plantas que se aproximen a la ortogonalidad.
 
Barrio de Santa Cruz
Los edificios rara vez superan las dos alturas y tienen el aspecto de los pueblos andaluces, aun en pleno centro de Sevilla. Sólo en el entorno de la Plaza de la Campana y la Plaza del Duque, una junto a la otra, encontramos alguna excepción que sin embargo no se aleja demasiado de la norma imperante.

Y todo ello envuelto por el Guadalquivir y por la ronda que transcurre por donde antes lo hacían las muralla de la ciudad, de las que al norte aún quedan algunos restos, aunque lo que mejor se conserva de ellas es una de las entradas que hoy se ha convertido en el Arco de la Macarena.

Pues bien, todos estos elementos hacen que pasear por ese gran centro histórico hispalense sea, como ya hemos dicho, como perderse por un pequeño pueblo. Pero en la actualidad, si el paseante que enfila alguna de esas callejas no es consciente de lo que allí existe, no puede evitar una expresión de sorpresa. En la confluencia de varias de esas líneas finas y quebradas aparece una monumental construcción de trazos curvos que supera en altura a todo lo que tiene a su alrededor. Es el Metropol Parasol, o como la gracia sevillana lo ha bautizado desde el día de su concepción, las Setas de la Encarnación.

Nos encontramos con un proyecto formado por seis grandes cilindros verticales que surgen del suelo para ramificarse en su parte superior y unirse entre ellos, formando una colosal techumbre sobre una plaza elevada.

Vista general
El proyecto, que como señalamos al inicio es obra del arquitecto alemán Jürguen Meyer, contiene un amplio programa distribuido en cuatro niveles que se entrelazan entre si y que pasaremos a detallar.

En la planta sótano (-5 m.), a la que se accede bajando por una grieta, encontramos el  Museo Antiquarium. Éste no estaba inicialmente en el proyecto, pero al comenzar las obras aparecieron grandes restos visibles del período romano, desde la época del Emperador Tiberio (ca. 30 d.C.) hasta aproximadamente el siglo XI, así como una casa islámica almohade de los siglos XII y XIII. También encontramos vestigios desde la Edad Media en adelante. Este importantísimo hallazgo provocó un primer replanteo del proyecto, pues esos restos debían quedar expuestos para ser visitados. Así tenemos tres grandes áreas de casi 5.000 metros cuadrados y un paseo arqueológico de otros 550.

El hallazgo de estos restos provocó el total replanteamiento del proyecto original, y así toda la cubierta de parasoles se apoya en los citados seis puntos para de este modo no dañar los restos arqueológicos. Además, desde una estructura inicial de acero se derivó a un entramado de madera de 1,5 x 1,5m.
Planta del Mercado de Abastos

En este nivel bajo la línea de calle encontramos también el acceso a la pasarela mirador y al restaurante elevado, así como un espacio multiusos de 700 metros cuadrados pensado principalmente para albergar exposiciones temporales.

A nivel de calle encontramos el nuevo mercado de la Encarnación, al que se ha dado el nombre de Mercado de Abastos, alguna tienda independiente del mismo y una importante variedad de bares y lugares de ocio. El mercado se compone de una serie de puestos al estilo tradicional formando cuadrados por agrupación de cuatro de ellos, y todo el conjunto dentro de un recinto, cerrado por cristaleras, cuya planta tiene forma orgánica siguiendo el modelo de todo el proyecto.
Por encima de esta zona comercial encontramos la gran plaza elevada, bautizada como Plaza Mayor (+5 m.), un gran espacio diáfano de 3.600 metros cuadrados concebido para albergar espectáculos, conciertos, proyecciones, etc. Se accede por diferentes puntos mediante escaleras, rampas o escaleras mecánicas.

Sobre este espacio se eleva la gran cubierta formada por los seis parasoles, que proporcionan a la plaza una sombra irregular debido a sus formas curvas y su diseño reticular. A 21 metros de altura, entre los parasoles este y oeste, se alza un restaurante de 800 metros cuadrados con vistas parciales sobre la ciudad. A este punto, que es también el inicio de las pasarelas que conducen al mirador, se accede desde la planta sótano por un núcleo de comunicación vertical (escaleras y ascensor) que discurre por dentro del fuste de uno de los parasoles.

Restaurante e inicio de la pasarela mirador
Desde ese lugar, como decimos, arrancan las pasarelas que conducen a los miradores, un paseo de 250 metros por el cielo de Sevilla, que alcanza una altura máxima de 28,5 metros. Desde aquí puede contemplarse la ciudad en un ángulo de 360º, pues como ha quedado dicho al principio, no hay ningún edificio en un radio de cientos de metros que iguale la altura del Metropol, salvo las torres y espadañas de las iglesias.


Toda esta mega estructura está formada por 3.500 piezas de madera que varían en longitud y grosor para ocupar un espacio de 150 x 70 m. En total son 3.500 metros cúbicos en bruto de madera microlaminada de pino finés (kerto). Las piezas además están recubiertas por una capa de 2-3 mm. de poliuretano impermeable, transpirable y flexible, que constituye una novedosa solución del arquitecto para proteger la madera de los agentes climáticos, sobre todo de las elevadas temperaturas de la ciudad durante gran parte del año.

Detalle de la unión de dos piezas de madera
El despliegue técnico que se ha llevado a cabo para dar solución al proyecto ha sido verdaderamente espectacular a la par que innovador. El entramado de madera está rigidizado por tensores diagonales, sobre todo bajo las pasarelas (por la variabilidad de sus cargas puntuales), y el encuentro entre las piezas, que fueron en su totalidad realizadas en fábrica y trasladadas posteriormente a obra para su colocación, se resuelve mediante tres tipos de elementos: perfiles tipo L que soportan los esfuerzos cortantes, anclajes para las diagonales y uniones a momento. Estos últimos se basan en barras roscadas de acero encoladas en la madera con cola epóxica, que hubo de ser tratada para poder aguantar las altas temperaturas de Sevilla.

Este alarde tecnológico, necesario para convertir el proyecto en realidad, hizo que el presupuesto inicial se cuadruplicase, hecho que también ha sido motivo de polémica entre los habitantes de la ciudad. La construcción del Metropol necesitó de soluciones tecnológicas y constructivas totalmente nuevas, para lo que fue necesario un despliegue de medios y de técnicos que no se contemplaba en el proyecto inicial, pensado con estructura de acero.

Vemos, pues, que el Metropol Parasol nace con la motivación de convertirse en el centro moderno de la vida sevillana. Es un edificio absolutamente reconocible que se erige como hito en el centro de la ciudad. Pero, ¿cuál es el precio que Sevilla ha pagado por este nuevo espacio?

A poco sensible que sea el visitante se dará cuenta rápidamente que el Metropol Parasol es un edificio de un gran mérito arquitectónico pero absolutamente descontextualizado. Lo contemplamos y tenemos la sensación de que podría estar en cualquier otro lugar del mundo sin que cambiase ni un sólo trazo del diseño. El contraste entre "las setas" y todo lo preexistente a su alrededor es tremendamente brusco, pues como comentaba al principio, al doblar la esquina de una callejuela no esperas encontrar semejante estructura en aquel lugar. Pongo como ejemplo venir por la calle de Lepanto atravesando la plazuela del Pozo Santo para desembocar en la recoleta plaza de Zurbarán, y ante los ojos del paseante se alza uno de los cuatro parasoles principales envolviéndole una extraña sensación de haber aparecido en otro lugar totalmente diferente. Nadie puede dudar de que la vista de Sevilla desde la pasarela mirador es espectacular. Pero esto se ha conseguido gracias a un proyecto totalmente fuera de escala en relación con el entorno, hecho que se aprecia sin ninguna dificultad cuando contemplas la ciudad desde allí arriba.

Restaurantey pasarelas
En la misma plaza, la iglesia de la Anunciación (finales del s. XVI), que hasta 1954 fue la capilla de la Universidad de Sevilla y en cuya cripta se encuentra el Panteón de los sevillanos ilustres (Gustavo Adolfo Bécquer a la cabeza), resulta totalmente minimizada. Otro hecho que nos da idea de la magnitud del proyecto es que uno de los parasoles se encuentra al otro lado de la calzada que separa la plaza en dos (la parte principal y otra mas pequeña) y que, obviamente, está unido a los otros cinco por la cubierta común, pero éste no tiene función alguna, pues la pasarela mirador está lejos de llegar a la parte pequeña de la plaza. Su única intención es la colonización total del espacio, sin una razón ni aparente ni convincente.

Vista desde el mirador. Al fondo, la Giralda
Resumiendo, podríamos decir que la intención del Metropol Parasol de Jürgen Meyer es crear un nuevo símbolo arquitectónico en Sevilla. Sin embargo no es necesario pararse a pensar mucho para darse cuenta de que la ciudad tiene un icono único y principal, que es la torre de la Giralda, centro visual y emocional de la vida de los sevillanos. De este hecho te percatas sin dificultad pasando allí unos días y hablando con gente de a pie sobre lo que ellos sienten hacia su alminar. Otras construcciones han ido surgiendo en la ciudad con el claro objetivo de convertirse en símbolos, siempre secundarios, de las diferentes épocas. Un ejemplo claro es la Plaza de España, construida para la Exposición Iberoamericana de 1929, y que el tiempo y los propios sevillanos han colocado en un lugar preferente dentro de la vida de la ciudad. O los puentes de la Barqueta (Juan José Arenas de Pablo y Marcos Jesús Pantaleón Prieto) y del Alamillo (Santiago Calatrava) ambos construidos en el año 1992 con motivo de la Exposición Universal de ese año. Éstos también han pasado en pocos años a ser iconos reconocidos y reconocibles de Sevilla. Pero ninguna de estas tres construcciones se encuentran dentro del centro histórico de Sevilla, donde no tendrían cabida por su diseño y dimensión.

Y no podemos olvidar que hablamos de una ciudad declarada Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 1987 gracias a sus tres principales monumentos, como son la Giralda (construida entre 1172-1198), el Alcázar, (que data del siglo X), y el Archivo de Indias, situados en un entorno histórico prácticamente inalterado como es el centro de Sevilla.

En conclusión, y bajo el humilde punto de vista del que suscribe, el Metropol Parasol es un edificio de un mérito formal y técnico fuera de toda duda, pero absolutamente fuera del contexto urbano en el que se encuentra, lo que sitúa el resultado cerca del fracaso. El tiempo lo dirá.

¿Vosotros qué pensáis?


Antiguo Mercado de la Encarnación
Propuesta de concurso
Acceso al nivel de sótano
Acceso al nivel de sótano
Museo Antiquarium
Vista desde el mirador. Al fondo, los puentes de la Barqueta y del Alamillo
Plantas de los diferentes niveles
Alzado y secciones transversales
Sección longitudinal


Alberto Muñoz. abtm84@gmail.com


1 comentario:

Javi dijo...

Metropol Parasol... para mí una gran idea, un gran proyecto, pero en un lugar erróneo. Creo en la arquitectura capaz de adoptar un carácter regenerador de un espacio, no siendo éste el único elemento reconstituyente, sino como un inicio, un virus que se propaga recuperando los valores culturales y de identidad.

Pero creo tanto en esto, que en una ciudad tan particular como es Sevilla, con una identidad tan definida, cuesta ver un hito más dentro de todo un entramado de hitos. Mi particular visión no me deja aceptar la ubicación de estos parasoles.

Me gustaría dialogar con los vecinos que tienen en su propiedad viviendas en esa plaza cuyas ventanas se abren al Metropol Parasol. Tengo curiosidad en preguntarles por la luz que les entraba antes y después de su construcción, de si su calidad de vida ha mejorado o empeorado, de si la intimidad de la que disfrutaban al abrir la ventana se ha visto afectada... Yo respondería tajantemente no haber tenido ningún beneficio, sino más bien todo lo contrario.

Puede que yo sea una persona muy íntima e introvertida, y me parezcan importantes estos aspectos. Puede que la arquitectura sevillana no esté volcada a la calle, sino a los patios recogidos y a las sombras, por su clima... Pero no encuentro normal que alguien pueda llegar (casi) a tocar tu ventana viviendo en un cuarto, perdiendo su intimidad, convirtiendo tu terraza de ático en una terraza de bar en un bajo.

Y creo tanto en la arquitectura urbana, que encuentro valores muy reseñables dentro de este proyecto arquitectónico: recupera un uso perdido (el mercado), ofrece interés cultural a la ciudadanía (la exposición), una actividad hostelera tanto de día como de noche, una atracción formal muy elavorada y bella... pero a un precio muy elevado para los vecinos.

Particularmente, me planteo un ejercicio muy cautivador. Recrear espacios abiertos de estas proporciones, pero con otros valores (más abiertos y cerrados, ciudades con otras identidades, con otras particularidades paisajísticas urbanas o naturales, cercanos a riberas, a cotas elevadas sobre la ciudad o todo lo contrario...) y colocar la maqueta de este edificio para analizar los beneficios y las particularidades que hacen que cobre vida esta construcción.

¿Aceptarías las "setas" en la plaza mayor de tu ciudad?